CIENCIA-FICCIÓN Y FANTASÍA


P: ¿Por qué los nuevos avances tecnológicos no pueden resolver nuestros problemas?
"Todo nuestro alabado progreso tecnológico -nuestra civilización misma- es como el hacha en la mano del criminal patológico".
Albert Einstein

P: Sin nosotros, ¿quién protegería la Tierra de amenazas extraterrestres como los cometas y asteroides? Actualmente se están registrando las trayectorias de los asteroides conocidos, de los que un 15% está proyectado al futuro y se considera que están fuera de nuestro camino. La falta de financiación no deja que este proyecto progrese como podría, ya que no se relaciona con el poder ejercido por un grupo de gente sobre otro, ni pueden entreverse posibilidades de lucro en un futuro cercano, ni siquiera lejano.
Mientras tanto, la militarización del espacio, a pesar de los tratados firmados en contra, continúa: 60 mil millones de dólares serán gastados por el gobierno estadounidense. Este proyecto "Guerra de las Galaxias" no es para proteger la Tierra de amenazas extraterrestres, sino para dominar el mundo. Una vez más, en vez de ser la mejor esperanza contra las amenazas globales, los humanos son la mayor amenaza. De hecho, no sólo somos un peligro: a diferencia de ese asteroide sin catalogar que flota al azar por el espacio, nosotros estamos causando activamente impactos profundos en el planeta Tierra.
Los cometas serían un mayor reto que los asteroides: sólo aprendemos sobre los más nuevos cuando ya es demasiado tarde para hacer algo al respecto con nuestra tecnología actual. Si vamos a desarrollar los medios para desviar las amenazas extraterrestres, las prioridades tendrán que cambiar. Esto podría hacerse más fácilmente si fuéramos menos. Si no podemos llevar a cabo el trabajo con seis mil millones, seguro que no podremos hacerlo con nueve. El tratar de cumplir nuestra demanda creciente de recursos nos aparta del verdadero progreso.
Existen muchas amenazas a la Tierra que no tenemos el poder de detener. Un supervolcán hizo erupción en el año 535 cerca de la isla de Java y oscureció al sol por un año. Los efectos fueron globales y duraderos, tanto sobre los humanos como sobre el mundo natural. Hay 9 más de estos volcanes alrededor del planeta, incluido el de Yellowstone, que podría hacer lo mismo. No hay nada que podamos hacer para controlar fuerzas como éstas.
En cambio, sí tenemos el poder de eliminar un peligro claro y actual para la biósfera terrestre: nuestra propia presencia excesiva. Nuestra extinción voluntaria podría prevenir compasivamente un colapso ecológico mayor, si actuamos a tiempo.

P: ¿Porqué no clonamos especies extintas a partir de su ADN? "Parque Jurásico" es una película: no es posible en la vida real.
Pero, sólo por diversión, traigamos de vuelta al tigre de Tasmania, llamado también lobo de Tasmania o tilacino. El ultimo sobreviviente conocido (ver foto) murió en el zoológico de Hobart en 1936.
En 1866 un embrión fue preservado en alcohol, en vez de formol, que destruye el ADN, y descansa ahora sobre un estante en el Museo Australiano. Al ofrecer el mamífero marsupial escabechado a la investigación científica, el director del museo Michael Archer visiona a los tigres de Tasmania como mascotas dentro de 50 años.
Primero habría que descodificar el ADN. Con fondos lo bastante grandes no habría problema, pero hasta allí llegaríamos.
También habría que recuperar a partir del ADN una cantidad suficiente de especies que solían vivir de y sobre el tilacino. El ser microscópicas y estar extintas es una buena forma de evitar ser encontradas y descodificadas. Algunas especies de bacterias lo suficientemente afines como para facilitar la digestión del tilacino podrían existir en algún otro marsupial carnívoro, pero, ¿dónde se han metido?
Esto ocasiona otro obstáculo: ¿quién será la mamá? Cuando papá Frankenstein le dé el soplo de vida a la mezcolanza de ingredientes inertes cuidadosamente descodificados, éste todavía tiene que desarrollarse dentro de un adulto. En tal caso, un adulto que tenga una cálida bolsa de marsupial sería preferible. Quizás una hembra de canguro bastaría, si nuestro tigrecillo no muerde demasiado.
Así, asumiendo que hayamos superado esos pequeños detalles y hayamos conseguido 10 ó 20 microorganismos, vivitos y coleando, y encontrado la manera de crear vida de la materia inerte, y hallado una mamá suplente, ¿cuál será su hogar?
La pérdida de hábitats causa la mayoría de las extinciones actuales. Los rancheros convirtieron el hábitat del tilacino en pasturas para el ganado. Cuando los tigres de Tasmania tuvieron el atrevimiento de almorzarse los exóticos corderillos importados a su hogar, se les empezó a cazar como a una plaga... y a pagar recompensas. A menos que se restauren vastas extensiones de campo ganadero a su condición de hábitat natural -otro desafío monumental para la ciencia y la política- aún se les consideraría como plaga.
Los intereses ganaderos siguen frustrando los intentos de reintroducir lobos, osos pardos y bisontes en el oeste de Norteamérica. Se podría recuperar un terreno considerable para la vida silvestre si les quitáramos la bolsa de subsidios a los ganaderos, y dejáramos de comprar sus productos y subproductos, pero, hasta que restauremos sus hábitats a gran escala, hasta las criaturas que no necesitan volver de entre los muertos están sin hogar.

P: ¿Porqué no mudamos al exceso de población humana a colonias en otros planetas? Así es la humanidad: nuestra mirada está en las estrellas mientras nos hundimos en un pantano tóxico. Para que la migración espacial pudiera mantener estables nuestros números, habría que lanzar diariamente 100 naves espaciales con 2.100 ocupantes en cada una: una nave cada 15 minutos. Son más baratos los anticonceptivos.
La colonización europea del Nuevo Mundo no alivió la presión demográfica en Europa: sólo la incrementó en otro lugar.
Nosotros, primates apenas salidos de la selva, ¿qué clase de vida llevaríamos en una estación espacial? No estamos lo bastante domesticados como para no enloquecer en regiones apartadas y desoladas como la Antártida. De todos modos, ¿quién quiere vivir entre cuatro paredes por 10 ó 20 años? El imaginarnos en serio viviendo de esa manera revela cuán desconectados estamos de la naturaleza.
Apenas si podemos llevar vidas sanas en nuestros ambientes artificiales aquí en la Tierra. El aire bajo techo tiene en promedio muchos más tóxicos que el aire libre. El estrés emocional se asemeja al de los animales cautivos, y con razón. Aunque las barras de nuestras jaulas sólo sean abstractas, como las que atraviesan la €, la $, la £ y la ¥ de nuestro dinero, su espectro se atraviesa en nuestro camino a la libertad.
El soñar con lanzar nuestras aspiraciones al espacio puede debilitar nuestro sentido de la responsabilidad en la Tierra. Tenemos la mala costumbre de destruir nuestros nidos para mudarnos. El espacio cercano ya está cargado de tanta basura electrónica obsoleta y desechos de astronautas que los transbordadores de la NASA y la Estación Espacial Internacional tienen que esquivar los bultos o arriesgar "pincharse"'. Hemos puesto allí nuestros iconos culturales: una bandera, una pelota de golf y un vehículo abandonado.
Antes de buscar mundos nuevos e ir a donde ningún humano ha ido, tenemos la obligación de limpiar la basura que hemos dejado aquí.
Agradezcamos que no vivimos en la luna o en el espacio. Nuestros castillitos en la Tierra no serán gran cosa, pero a veces nuestros esfuerzos hacen de ellos jardines y refugios mil veces más bonitos que los aposentos de lujo en una lata gigantesca a la deriva en el cosmos.

P: Si diseminamos la vida por otros planetas, ¿no tendría ésta más probabilidades de sobrevivir? En un principio, diseminar la vida puede sonar como una idea noble. El Capitán Cook, explorador británico, solía ofrecer un par de cerdos reproductores a los jefes de tribu de las islas del Pacífico, y le disgustaba la ignorancia de cierta gente primitiva que simplemente mataba a los regalos para sus ceremonias tradicionales. Mmm, qué rico --invasor exótico europeo-- Cook y compañía. Los cerdos salvajes todavía tienen un impacto negativo sobre ecosistemas como los hawaianos y otros.
Nuestra experiencia aquí sobre la Tierra con especies exóticas destruyendo ecosistemas debería servirnos de aviso contra la locura de introducir especies a otros planetas que parezcan deshabitados. Tomemos el ejemplo de los estorninos y los gorriones. Los tipos que bendijeron a Norteamérica con todas las aves mencionadas por Shakespeare (y provocaron la desaparición de varias especies nativas) creían estar cumpliendo una misión moral; más o menos como sería la fantasía de dispersar la vida terrestre por todo el universo.
No es imposible que algún día podamos crear las condiciones necesarias para sostener la vida como la imaginamos sobre alguna roca inanimada en órbita. También podríamos encontrar lugares sin vida aquí mismo y devolverles la integridad ecológica. Chernobyl, Hanford y otras zonas de muerte serían buenos lugares para empezar. Quizás, antes de imaginar la terra-formación en otras partes, deberíamos detener la terra-deformación aquí mismo.
Las soluciones con los pies en la Tierra ya existen: sólo tenemos que usarlas, junto a una mejor tasa de natalidad a escala global. Unos ajustes a nuestras prioridades podrían crear un mundo maravilloso para toda forma de vida. El comienzo está en que cada uno de nosotros tome decisiones responsables.
El siguiente paso es tu imaginación.